Los fanáticos de Iglesias frente a la mesura de la concurrencia


 2 de enero de 2017

Algunos comentarios a un post anterior titulado Las bases de Podemos, corresponsables del rifirrafe, me sugieren esta mañana el tema que encabeza esta líneas. No sé si los fanáticos son legión o tan sólo un puñado de personas con la idea fija de que Iglesias ha de presidir por encima de cualquier otra consideración, tenga o no razón, la cima de todos nuestros anhelos y expectativas. En cualquier caso estas líneas se refieren a ellos. Es necesario decirles a estas personas que los que no comulgamos con alguno de los procedimientos de Iglesias y, sí mantenemos íntegra nuestra ilusión por un Podemos democrático, no somos la mosca en la sopa del momento. Ni mucho menos.

Dice uno de mis comentaristas: "Yo he votado DesBorda y estoy con Pablo a muerte. Podemos seguirá siendo posible con Iglesias, no así con otros". Como se ve profetas no faltan en esta santa casa. Otro, en un estilo en donde la grosería se convierte en la única arma con que rebatir argumentos, afirma: "Alberto, majo...¿sabes como se acaba esto?...disputando el puesto de SG en Vistalegre a Pablo Iglesias. Y si ganas tú o tu candidato, agarráis el timón y lleváis Podemos como os plazca, con vuestro equipo, vuestra gente y vuestros modos de hacer las cosas. No hay ningún problema en admitirlo. Aunque ganéis por un voto de diferencia." Que estos comentarios y expresiones como "estoy con fulanito a muerte" exudan fanatismos, como añade otro comentarista, es una evidencia que debería alertarnos sobre un tipo de militantes que directa o directamente podemos estar fomentando a través de las redes.

Si el liderazgo de un partido ha de sustentarse sobre la base de una obediencia ciega al líder, que eso parece al menos ese estar a muerte con Iglesias, si cualquier discrepancia con el mismo y sus allegados ha de interpretarse como una guerra de facciones, si la grosería y los malos modales han de ser el medio a usar para sustituir a los argumentos, me parece que estamos entrando en el peligroso status de los desencuentros, no estamos construyendo un partido sólido ni democrático. Los peligros que conllevan esa adhesión incondicional al líder están ilustrados en todos los manuales de historia. La palabra única, la falta de otras voces es algo que hemos vivido en España ya desde 1939 hasta nuestros días; Felipe González hizo de su liderazgo una lastimosa herramienta y no digamos todos esos líderes del PP a los que nadie en su partido tose. La imagen de Führer con sus miles de adeptos embobados con el brazo en alto frente a su figura es algo que le pone a uno la piel de gallina. Los que hemos vivido ya muchos años tendemos a estar curados del sarampión que provoca tanta adhesión, no en vano fuimos engañados miserablemente por los líderes del eufórico PSOE de la Transición. Quizás por ello ahora somos más mesurados e intentamos ser más críticos, lo que no quita para que sigamos conservando la ilusión por el cambio, por una mayor justicia para nuestro país.

Luego está el aspecto anecdótico. El fanático, como en el fútbol, no ve otra cosa que la defensa de sus colores, de su equipo, se mueve mal en las argumentaciones, prefiere la emotividad del exabrupto y el todo o nada: "Y si ganas tú o tu candidato, agarráis el timón y lleváis Podemos como os plazca". La salida de tono es tan infantil que avergüenza pensar que tú puedas estar militando en el mismo partido que el compañero que de tal manera se desfoga. Parece cosa de ficción que quien habla así pueda conocer cuáles son las finalidades esenciales que promovieron la creación de Podemos.

Que los partidos necesitan líderes es una verdad de cajón, pero de ahí a tener que comulgar con las piedras de molino que éstos (sean cuales sean, porque cuando alguien argumenta en contra de Iglesias allí tenemos al listo de turno asignándote el papel de errejonista, lo que no es cierto) quieran depositar en tu boca como sacrosanta hostia celestial, va un tramo. ¿Por qué no nos empeñamos en ponernos todos en igualdad de condiciones, cada persona un voto, por ejemplo, y a partir de ahí dialogamos, discutimos, ponemos propuestas sobre la mesa y votamos? Seguir aferrados a ese maniqueísmo que tantos alimentan con su emotividad, sólo lleva al enfrentamiento y a una pérdida de energía que deberíamos emplear mejor en el frente de nuestra lucha por mejorar el país; las cosas no son blancas o negras, la diversidad de los tonos medios enriquece el discurso. Más, pienso que todo esto que se nos ha echado encima, este rifirrafe, puede haber sido positivo, bien podría ser una buena manera de comprender algo de la complejidad de la realidad que nos puede ayudar a aceptar nuestra diversidad, siempre mucho más rica que una monolítica visión de la realidad, para con ello empezar a construir un partido de todos y para todos donde nadie sobra y todos tenemos nuestro espacio.


Encontré esto por ahí: "La excelencia de un líder, se mide por la capacidad para transformar los problemas en oportunidades". Transformar los problemas de estos días en Podemos en oportunidades para crecer, aglutinar gente y seguir dialogando, puede ser un buen cometido tanto para el líder como para todos los que creemos firmemente en Podemos.

La imagen original pertenece a Mclanfranconi.com

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