Algunos comentarios a un post anterior titulado Las bases de Podemos, corresponsables del
rifirrafe, me sugieren esta mañana el tema que encabeza esta líneas. No sé
si los fanáticos son legión o tan sólo un puñado de personas con la idea fija
de que Iglesias ha de presidir por encima de cualquier otra consideración,
tenga o no razón, la cima de todos nuestros anhelos y expectativas. En
cualquier caso estas líneas se refieren a ellos. Es necesario decirles a estas
personas que los que no comulgamos con alguno de los procedimientos de Iglesias
y, sí mantenemos íntegra nuestra ilusión por un Podemos democrático, no somos
la mosca en la sopa del momento. Ni mucho menos.
Dice uno de mis comentaristas: "Yo he votado DesBorda y
estoy con Pablo a muerte. Podemos seguirá siendo posible con Iglesias, no así
con otros". Como se ve profetas no faltan en esta santa casa. Otro, en un
estilo en donde la grosería se convierte en la única arma con que rebatir
argumentos, afirma: "Alberto, majo...¿sabes como se acaba
esto?...disputando el puesto de SG en Vistalegre a Pablo Iglesias. Y si ganas
tú o tu candidato, agarráis el timón y lleváis Podemos como os plazca, con
vuestro equipo, vuestra gente y vuestros modos de hacer las cosas. No hay
ningún problema en admitirlo. Aunque ganéis por un voto de diferencia."
Que estos comentarios y expresiones como "estoy con fulanito a
muerte" exudan fanatismos, como añade otro comentarista, es una evidencia
que debería alertarnos sobre un tipo de militantes que directa o directamente podemos
estar fomentando a través de las redes.
Si el liderazgo de un partido ha de sustentarse sobre la
base de una obediencia ciega al líder, que eso parece al menos ese estar a
muerte con Iglesias, si cualquier discrepancia con el mismo y sus allegados ha
de interpretarse como una guerra de facciones, si la grosería y los malos
modales han de ser el medio a usar para sustituir a los argumentos, me parece
que estamos entrando en el peligroso status de los desencuentros, no estamos
construyendo un partido sólido ni democrático. Los peligros que conllevan esa
adhesión incondicional al líder están ilustrados en todos los manuales de
historia. La palabra única, la falta de otras voces es algo que hemos vivido en
España ya desde 1939 hasta nuestros días; Felipe González hizo de su liderazgo
una lastimosa herramienta y no digamos todos esos líderes del PP a los que
nadie en su partido tose. La imagen de Führer con sus miles de adeptos
embobados con el brazo en alto frente a su figura es algo que le pone a uno la
piel de gallina. Los que hemos vivido ya muchos años tendemos a estar curados del
sarampión que provoca tanta adhesión, no en vano fuimos engañados
miserablemente por los líderes del eufórico PSOE de la Transición. Quizás por
ello ahora somos más mesurados e intentamos ser más críticos, lo que no quita
para que sigamos conservando la ilusión por el cambio, por una mayor justicia
para nuestro país.
Luego está el aspecto anecdótico. El fanático, como en el fútbol,
no ve otra cosa que la defensa de sus colores, de su equipo, se mueve mal en
las argumentaciones, prefiere la emotividad del exabrupto y el todo o nada:
"Y si ganas tú o tu candidato, agarráis el timón y lleváis Podemos como os
plazca". La salida de tono es tan infantil que avergüenza pensar que tú
puedas estar militando en el mismo partido que el compañero que de tal manera
se desfoga. Parece cosa de ficción que quien habla así pueda conocer cuáles son
las finalidades esenciales que promovieron la creación de Podemos.
Que los partidos necesitan líderes es una verdad de cajón,
pero de ahí a tener que comulgar con las piedras de molino que éstos (sean
cuales sean, porque cuando alguien argumenta en contra de Iglesias allí tenemos
al listo de turno asignándote el papel de errejonista, lo que no es cierto)
quieran depositar en tu boca como sacrosanta hostia celestial, va un tramo. ¿Por
qué no nos empeñamos en ponernos todos en igualdad de condiciones, cada persona
un voto, por ejemplo, y a partir de ahí dialogamos, discutimos, ponemos
propuestas sobre la mesa y votamos? Seguir aferrados a ese maniqueísmo que
tantos alimentan con su emotividad, sólo lleva al enfrentamiento y a una pérdida
de energía que deberíamos emplear mejor en el frente de nuestra lucha por
mejorar el país; las cosas no son blancas o negras, la diversidad de los tonos
medios enriquece el discurso. Más, pienso que todo esto que se nos ha echado
encima, este rifirrafe, puede haber sido positivo, bien podría ser una buena
manera de comprender algo de la complejidad de la realidad que nos puede ayudar
a aceptar nuestra diversidad, siempre mucho más rica que una monolítica visión de
la realidad, para con ello empezar a construir un partido de todos y para todos
donde nadie sobra y todos tenemos nuestro espacio.
Encontré esto por ahí: "La excelencia de un líder, se
mide por la capacidad para transformar los problemas en oportunidades". Transformar
los problemas de estos días en Podemos en oportunidades para crecer, aglutinar
gente y seguir dialogando, puede ser un buen cometido tanto para el líder como
para todos los que creemos firmemente en Podemos.
La imagen original pertenece a Mclanfranconi.com
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