El Chorrillo, 11 de
febrero de 2017
Estoy en Vistalegre. Esperamos. El comienzo del acto se
demora. Al fin, la música, voces, una pequeña procesión de gente aparece por la
derecha del recinto. Son los componentes de las tres listas. Aplausos. Y de
golpe empieza a surgir como del vientre de un gran monstruo marino, primero
numerosa, después multitudinaria, salida de las gargantas de miles de personas,
la palabra "unidad". ¡Unidad! ¡Unidad! ¡Unidad! Y enseguida descubro
que no puedo gritar, que la emoción me ha subido a la garganta, que mis
palabras se atascan entre las cuerdas vocales. Todo el mundo en pie repite,
como si las palabras salieran del fondo de un inmenso clamor largamente
retenido en el esófago, la palabra unidad. ¡Unidad! ¡Unidad! ¡Unidad! Esto es y
será la esencia de este primer día de congreso.
Y llegan los discursos, Iglesias, Errejón. En fin, estamos
tan acostumbrados a oírlos, que apenas son más que la prolongación de la última
entrevista que vimos ayer tarde. Sólo cabe resaltar la interrupción de los
asistentes para con cualquier disculpa corear ¡U-ni-dad! ¡U-ni-dad! ¡Sí - se -
puede! ¡Sí - se - puede! Estamos volviendo a las raíces, a nuestro grito de
guerra y de hermandad más querido: ¡Sí se puede!
Pero estaba por llegar el verdadero terremoto de la mano de
Miguel Urbán. Mi querido descubrimiento de esta mañana. Miles de personas de
nuevo coreando ¡Unidad! Urbán se hace creíble, su robusta voz llamando a la
unidad y nombrando a las cosas por su nombre es la voz en ese momento de miles
de militantes. El hilo de la emoción vidria los ojos, sube desde dentro de
nuevo como en las grandes ocasiones en que el alma convulsionada por la pasión
de una ilusión, una esperanza, se encuentra de pronto en el medio líquido de
una emoción que viene de muy lejos, muy lejos, saltando por encima de los
precipicios que hemos cavado estas semanas, meses atrás, para llegar a nosotros
nuevamente impoluta y fresca.
Naturalmente no es un programa, un calendario, unas
alternativas de uno u otro grupo lo que alimenta hoy al auditorio, esto es pura
emoción, algo que sólo tiene que ver con lo más íntimo de nuestras propias
convicciones. Y la emoción no necesita programas ni estrategias, y a veces ni
siquiera líderes, la emoción nace, explota por los ojos y el pecho y nos dice
lo que realmente está pidiendo nuestro ser más profundo, una hermandad que nos reconozca por encima de las discrepancias como un grupo
destinado a convertir este pozo de mierda que es nuestro país en un lugar
habitable y solidario.
Esta es la esencia de este primer día de Vistalegre II, la
sensación de solidaridad, de deseo de fraternidad, de unidad. Dicen que un
partido político no se sostiene sólo con la emoción. Probablemente, pero si ese
partido, Podemos, no se alimenta desde el principio por la fuerza arrasadora de
la emoción estamos perdidos. Después tocará el trabajo del día a día, los
proyectos, las votaciones, pero para entonces el horno ya estará caliente, la
voluntad de unidad y cambio, que los dirigentes deben recibir como un mandato
irrenunciable, habrán servido para empujar la maquinaria de Podemos en la
dirección oportuna, la del cambio, la de búsqueda de la justicia social y económica.
¿Será alguna verdad que las bases de Podemos seamos
realmente la sangre que mueve la maquinaria y la voluntad del partido?
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