El Chorrillo, 2 de marzo 2017
Hoy dormí hasta el mediodía. Después del amanecer despertaba
a ratos y me sentía cálidamente ovillado dentro de la mañana, el edredón,
algunas impresiones que venían de los campos y los caminos. Por mucho que uno
mire la vida y la interrogue ésta no suelta prenda; como una milonga que se
arrastrase por los caminos entre las cuerdas de una guitarra, va dejando aquí
una canción, allí una sugerencia, trozos de esperanza y gozo, acaso de dolor,
pero no hay alma que comprenda el conjunto. Por la ventana de mi choza entra el
sol de invierno, la caricia de algunos recuerdos después de caminar dos semanas
por las tierras del sur. Asuntos simples sobre cuya urdimbre se van tejiendo
los años, el cansancio, los deseos o la cálida sensación de estar vivo. Y acaso
nada más se trate de eso, de estar vivo y sentir que esa breve existencia en la
que estamos instalados bebe y se alimenta de las cosas simples de la naturaleza
en el "trotecito lento de una milonga campera".
Y tras el desayuno el deseo de oír aquellas voces y
guitarras que nacían a los pies de las nieves perpetuas de los Andes, voces de Jorge
Cafrune, Larralde, Daniel Viglieti o tantos otros. Desde que días atrás quedé
atrapado en los cuentos de Filisberto Hernández los viejos temas de aquellas
tierras vienen a mí despertando las sensaciones que en los años setenta
convivían con la lucha en las calles al ritmo de los temas de Quilapayún o
Víctor Jara. También con ellos el inútil trabajo de querer comprender, como
mucho el resultado de una intuición cazada al vuelo mientras escucho un tema de
Larralde o recuerdo una mañana de conversación con Victoria mientras descendíamos de los altos del Huascarán frente al Alpamayo, probablemente la cumbre más
bella del mundo (quizás un día de estos resucite nuestro paso por aquella ruta de los Andes).
El caso es que todo eso es presente, indefinido y
inaprensible, pero totalmente parte activa de mi mañana frente a un campo de
cebada que luce ya el verde brillante de las cercanías de la primavera. Hoy no
tengo caminos por delante y una suerte de calma chicha llena de buenos augurios
esta hora del día.
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